Parashát HaAzinu (Devarim 32)

septiembre 27, 2011

פרשת האזינו        דברים  לב

Shabat Shuva, 5772

Ante la evidencia de que de nuevo volveremos a caer o, en otras palabras, transgredir, Moshe entona el cántico contenido en nuestra Parashá. Comienza el profeta nombrando como testigos a los cielos y la tierra (Devarim 32:1). Nos explica Rashi que Moshe, siendo consciente de que la existencia humana es temporal, decide buscar unos testigos que permanecerán eternamente, en lugar de nombrar otros que no pudiesen perpetuar dicho testimonio. Las personas nos equivocamos (Devarim 32:5), por supuesto esto nos incluye también a los miembros del pueblo de Israel (Devarim 32:6). Transgredimos, ya sea por olvidar nuestro código ético o bien por desconocer los aspectos relativos a nuestras leyes (Devarim 32:15). Sin embargo siempre podemos rectificar y retornar: “Adonai hará justicia a Su pueblo y se apiadará de él cuando haya agotado Sus castigos” (Devarim 32:36). Precisamente todo esto es lo que Moshé quería que no fuese olvidado: erramos en nuestras vidas pero que siempre podemos enmendar dichos fallos.

Nos encontramos, una vez más, ante el binomio premio/castigo (Devarim 32:45-47), ante la elección entre la vida o la muerte. Siendo conscientes de que, si bien es sabido que podemos llegar a transgredir, deberemos ser proactivos, estudiar y aplicar lo aprendido para evitar en la medida de lo posible cometer errores que dañen a otras personas y/o a nosotros mismos. Precisamente esta Parashá coincide con el “Shabat Shuvá”, que se encuentra entre Rosh HaShaná y Iom Kipur, y que recibe su nombre de la Haftará que leeremos. Al comienzo de la mencionada Haftará Hosea exclama: “Vuelve-שׁוּבָה-,Oh Israel, a Adonai tu Dios” (Hosea 14:2), lo que constituye una clara invitación a arrepentirnos, reparar y retornar.

Tal y como se recoge en el Kitzur Sulján Aruj: “En Shabat Shuvá, el Maftir lo habrá de leer una persona importante” (Siman 130, Din5). Y ¿qué quiere decir importante? En nuestra tradición encontramos referencias a grandes de todos los tiempos, algunos eran económicamente poderosos y muchos otros no, todos ellos tenían en común que en algún momento erraron, pero aún así continuamos considerándolos personajes importantes. Por lo tanto una persona importante no será aquella que no transgrede, pues todos transgredimos en algún momento, tampoco la riqueza engrandece a la persona. Lo que les hizo grandes tal vez fue que supieron corregir sus errores, tal vez no todos pero si algunos, o que los reconocieron y superaron. Por lo tanto la persona importante de la Kehilá, que menciona la tradición, habrá de ser aquella que pueda leer la “invitación” a retornar, conociendo este hecho y convirtiéndose en un modelo para el resto de los miembros de la Kehilá.

No es sencillo comportarse continuamente de forma adecuada, pero siempre tendremos la posibilidad de volver a comenzar, reparando lo hecho y comprometiéndonos firmemente a no repetir nuestra transgresión. En algunos momentos nos podemos decir a nosotros mismo que es demasiado tarde y que no podemos cambiar, pero aún entonces estamos a tiempo. No existe edad en la que la persona no pueda cambiar, así nos lo recuerda Maimónides, el otro Moshe, en su libro Mishne Torah (Halajot de arrepentimiento 2;1), e incluso refuerza su argumento con una cita de Kohelet: “Mientras no obscurezca el sol y la luz de la luz de la luna y las estrellas y no se recojan las nubes después de la lluvia” (Kohelet 12:2). Hasta el último día podremos renovarnos y en dicha renovación no tiene cabida el sentimiento de culpa, pero el propósito de no reincidir deberá ser firme ya que: “Todo el que se confiesa, pero en su corazón no está decidido a abandonar –su transgresión-, es sabido que es como el que se sumerge –en el mikve para purificarse- con inmundicia en su mano. De nada servirá la inmersión hasta que no arroje la inmundicia” (RamBaM, Mishne Torah, Halajot de arrepentimiento 2;3).

 

שׁוּבָה, יִשְׂרָאֵל, עַד, יְהוָה אֱלֹהֶיךָ

הוֹשֵׁעַ  יד, ב

 

Eliyahu Peretz del Campo


Parashat Nitzavim – Vayelej (Devarim 29:9 – 31:30).

septiembre 24, 2011

פרשת נצבים – וילך          דברים כט, ט –לא, ל

 Shabat Nitzavim-Vayelej, 5771

Tal vez todos hemos escuchado en alguna ocasión el sipur tradicional en el que se habla sobre la guerra entre las diferentes extremidades y porciones del cuerpo.

La boca, las piernas, las manos, las orejas, los ojos, etc. competían y se cuestionaban cuál era la parte más importante del cuerpo de las personas. Cada uno de los segmentos tenía buenas razones para auto percibirse como fundamental e insustituible: sin piernas no es posible caminar, sin brazos no podemos sujetar objetos, sin los ojos no podemos ver o sin orejas escuchar. Sin embargo la boca venció al demostrar a todos que podía provocar gran daño a todas las demás partes del cuerpo sin gran esfuerzo, así lo hizo al hablar y, tras ofender a otras personas, conseguir algunos golpes para el resto de los miembros del cuerpo, que comenzaron a quejarse y suplicarle que se callase para frenar la ira de quienes les golpeaban.

Cuando leemos la Parashá de esta semana, Parashat Nitzavim/Vayelej, podemos llegar a sentirnos tentados a implicar en esta lucha también a la cabeza, como conjunto que representa el cerebro, el pensamiento, la memoria, etc. ¿Por qué precisamente esta porción nos provoca introducir a la cabeza en la discusión de las partes del cuerpo? La respuesta es simple, se debe a que nuestra porción de estudio comienza diciendo:

“Todos vosotros estáis hoy aquí presentes ante Adonai, vuestro Dios, los líderes –cabezas- de vuestras tribus, vuestros ancianos y vuestros oficiales de justicia con todos los hombres de Israel, vuestros pequeños, vuestras mujeres y los extranjeros que habitan en tu campamento, desde el talador de árboles hasta el aguatero” (Devarim 29:9-10).

אַתֶּם נִצָּבִים הַיּוֹם כֻּלְּכֶם, לִפְנֵי יְהוָה אֱלֹהֵיכֶם:  רָאשֵׁיכֶם שִׁבְטֵיכֶם, זִקְנֵיכֶם וְשֹׁטְרֵיכֶם, כֹּל, אִישׁ יִשְׂרָאֵל.  טַפְּכֶם נְשֵׁיכֶם–וְגֵרְךָ, אֲשֶׁר בְּקֶרֶב מַחֲנֶיךָ:  מֵחֹטֵב עֵצֶיךָ, עַד שֹׁאֵב מֵימֶיךָ.          דברים כט, ט-י

La expresión empleada para hablar sobre los jefes de las tribus es: “רָאשֵׁיכֶם שִׁבְטֵיכֶם” que comparte la raíz con la palabra “רָאשׁ”, cuyo significado es cabeza. Rashi nos explica que: “רָאשֵׁיכֶם שִׁבְטֵיכֶם” significa: “רָאשֵׁיכֶם לֹשִׁבְטֵיכֶם”, que contiene la partícula “לֹ” (para/hacia) siendo entonces el significado: “Cabezas-líderes- para vuestras tribus”. La partícula “para”, implica que el grado de responsabilidad de los líderes, o jefes de tribu, es absoluto en lo concerniente a cualquier hecho que acontezca y se encuentre relacionado con su pueblo, así mismo Rashi hace hincapié en que las piezas de esta complicada red, que conforma el pueblo, aparecen mencionadas por orden de importancia en nuestra Parashá y, así mismo, los niveles de responsabilidad. En primer lugar tenemos a los dirigentes, después los consejeros, posteriormente los ejecutores de las sentencias y finalmente el pueblo en su conjunto.

Imaginemos por un instante que la cabeza, comprendiendo como tal el pensamiento y la memoria, se involucrase en la “guerra del cuerpo” que nos cuenta nuestro querido y significativo sipur, supongamos que decide ordenarle a los ojos que se cierren, o no prestar atención a lo que se escucha, o que manda callarse a la boca, o que hace caer en estado de relajación a los músculos que movilizan las extremidades, provocando que todo el cuerpo se derrumbe. Entonces la ganadora sería la cabeza, pues sin su “gestión” el cuerpo se convertiría en un caos. La cabeza tiene una gran responsabilidad, centraliza toda la información, la procesa y debe coordinar la respuesta de todo el cuerpo, contando con la cooperación de cada una de sus partes.

La cabeza es una parte del cuerpo, igual que los líderes y gobernantes son parte de su pueblo. Cuando el cuerpo sufre un golpe, también la cabeza sufre. Si los ojos se cierran, o no se presta atención a las señales de nuestro entorno, o si los músculos se relajan y el cuerpo se desploma, la cabeza también corre el riesgo de ser dañada, por lo que nunca puede dejar de ser consciente, observar, escuchar, planificar y potenciar la ejecución de las acciones que sean necesarias para mantener todo el cuerpo en las mejores condiciones y libre de cualquier daño.

Entre el día de Rosh HaShaná, que tendrá lugar esta próxima semana, y hasta después de Iom Kipur, en la Tefilat Amidá, así como en el resto, se producen algunos cambios. Entre ellos encontramos que en aquellos lugares de la Amidá en los que decimos: “הָאֵל הַקָּדושׁ” (el Dios santo), durante estos días diremos: “הַמֶּלֶךְ הַקָּדושׁ” (el Rey santo), manifestando el que pudiéramos denominar cambio de soberanía y nuestro sometimiento al juicio que se celebra en el día de Rosh HaShaná. Estamos inmersos en días de reflexión, de retorno al camino correcto, de corrección de nuestras acciones,… Nos encontramos frente a la gran oportunidad de comenzar una nueva etapa con energía renovada y habiendo superado nuestros errores del pasado. Todas las partes que integran el cuerpo, desde la cabeza a los pies, tienen la gran suerte de rectificar y comenzar desde cero, así mismo también todos los componentes del pueblo, desde los ciudadanos hasta los gobernantes.

Eliyahu Peretz del Campo


Parashat Ki Tavo (Devarim 26:1 – 29:08).

septiembre 24, 2011

פרשת כי תבוא          דברים כו,א –כט,ח

 5771

La entrega de las primicias es, en esta ocasión, el asunto con el que se abre nuestra Parashá. Sobre esto, comienza diciéndonos: “Y será, cuando entres en la tierra que el Eterno tu Dios te entregó por heredad, cuando la poseas y vivas en ella” (Devarim 26:1). De aquí aprendemos, tal y como nos aclara Rashi, que el ofrecimiento de las primicias tendría que realizarse desde el momento en que todo el pueblo entrase en la tierra de Israel y recibiese su parte.

Prestemos por un momento atención a otro detalle, la palabra que sirve de apertura a nuestra sección: ” וְהָיָה”, nos enseña la tradición que cada vez que la Torah emplea esta expresión es para introducir una mitzvá que deberá ser realizada con gran alegría. Una vez que cada uno de los miembros de nuestro pueblo recibiese su parte, aquello que necesita para propiciarse su sustento, debería alegrarse “en todas las cosas buenas” que recibió (Devarim 26:11). Paradójicamente, al mismo tiempo, nos es recordado una vez más el doloroso pasado, todo lo sucedido en Mitzraim, la salida y el deambular por el desierto (Devarim 26:5-8), revelándonos que nos encontramos ante un mandato de suma importancia.

Como en muchas otras ocasiones, nos enfrentamos a la elección, a la posibilidad de decidir si cumplimos o no las mitzvot, a elegir entre la vida o la muerte, la bendición o la maldición,… (Devarim 27:12-13). No es la primera vez en la que llegamos a ser conscientes de que todo esto depende de nosotros mismos. Gracias a la exposición binaria de la realidad, al contraponer la recompensa y el castigo y relacionar ambos hechos con las acciones personales, nos enfrentamos cara a cara con los repercusiones de nuestros comportamientos individuales y grupales.

Nos habla nuestra porción sobre las personas que no tienen fuerza, que se encuentran desvalidas. Son mencionadas las personas viudas, los huérfanos, los extranjeros y, también, las personas ciegas (Devarim 27:18-19). Quienes abusen de estas personas serán malditos. Con respecto a quienes “hagan extraviar al ciego en el camino” (Devarim 27:19), podríamos extender el significado no solamente al hecho de divulgar un rumor que distorsione las perspectivas de las personas con respecto a otras personas, sino también a las acciones premeditadas para ocultar la realidad, ya que podemos no conocer las circunstancias difíciles de otras personas y por lo tanto no podremos hacer que todos reciban “su parte”, tal y como nos es prescrito. Esta ocultación de la realidad puede venirnos impuesta, o podemos provocarla nosotros mismos al interponer obstáculos en nuestro conocimiento de la misma, ya sea de manera consciente o inconsciente, para evitar sentirnos incómodos, ya que a nadie le gusta ver aquello que no es tan bueno como sería deseable dentro de su sociedad.

Hasta en doce ocasiones aparece, a lo largo de nuestra Parashá, la expresión “הַיּוֹם” (En el día de hoy). Queriéndonos recordar que aunque el texto no fuese escrito en el presente, sigue teniendo plena vigencia. Mientras todos no reciban “su parte”, los recursos que les permitan desarrollar sus vidas de forma digna, no habremos entrado en nuestra tierra realmente, ni tampoco podremos comenzar a celebrar y agradecer todo lo que hemos recibido.

Eliyahu Peretz del Campo


Parashat Ki Tetze (Devarim 21:10 – 26:19).

septiembre 24, 2011

פרשת כי תצא          דברים כא,י –כה,יט

 5771

Nuestra Parashá, en esta ocasión, contiene el número más alto de mitzvot de todas las porciones de la Torah. Según el Sefer HaJinuj, un total de setenta y cuatro a lo largo de nuestro texto, de las cuales veintisiete son preceptos positivos y cuarenta y siete son preceptos negativos. Con un número tan elevado de mitzvot resulta sencillo intuir que abordan una gran variedad de asuntos, tales como el desamor en una pareja, la caída en desgracia de una persona, la prohibición de la prostitución sagrada (tanto femenina como masculina), la lucha contra la explotación y los abusos, etc. Todas y cada una de estas órdenes, de las que la mayoría poseen contenido social, ejercen una gran influencia sobre los comportamientos de las personas y, además, influyen en la conformación de la cultura de nuestro pueblo. Hasta tal punto dichas enseñanzas habrían de influir en nosotros que Rambam, en su libro Mishné Torah, afirma que “Si uno es cruel e inmisericorde se debe sospechar de su linaje, pues la crueldad no se encuentra sino entre los paganos” (Sefer Zeraim, Matnot Aniim, 2).

Uno de los primeros asuntos que aborda nuestra Parashá es lo que habrá de suceder cuando una madre y un padre se encuentren, no pudiendo corregirlo, ante un descendiente que no se comporta apropiadamente. Acto seguido, encontramos los principios a aplicar a quien sea condenado a la pena capital, Rashi establece un vínculo directo entre ambos asuntos e incluye que la educación es importante, e incluso podríamos decir fundamental, para evitar que alguien llegue a violar los derechos de las otras personas.

Continúa nuestra Parashá exponiendo la importancia de devolver a su dueño un animal extraviado. Inclusive, para evitar que tratemos de evadir dicha responsabilidad, insiste y reafirma: “no te harás el desentendido” (Devarim 22:1). Somos todos responsables el uno por el otro, no podemos disimular y desconectarnos de lo que sucede, sino que debemos implicarnos en la búsqueda de la justicia. Ya sea cuando se discrimina a los niños de origen Etíope al segregarlos en áreas o colegios,  o bien cuando es quemado un lugar de culto de otra religión, o cuando escuchamos comentarios crueles contra otros grupos humanos, o cuando asistimos a la indiferencia de la clase gobernante ante las reclamaciones laborales o sociales legítimas de una fracción de nuestro pueblo, no podemos obviar estos asuntos, pues son reales y son nuestra responsabilidad.

“No cambiarás las leyes del extranjero o del huérfano, ni tomarás como prenda la vestidura de la viuda” (Devarim 24:17), dice nuestra Torah, y Rashi manifiesta que así deberá ser incluso cuando nos pueda perjudicar económicamente, entonces también habremos de proteger sus derechos. Y, añade el relato de la Torah, “te acordarás que fuiste siervo en mitzraim” (Devarim 24:18), una vez más recordamos de dónde vinimos. Fuimos, somos y seremos el pueblo que salió de mitzraim y tenemos prohibido olvidar lo que padecimos como esclavos, desprotegidos y débiles. Nuestra Parashá reafirma esta idea de recordar en su conclusión, no podemos olvidar el cruel acoso de Amalek y que, cuando entremos en nuestra tierra y seamos un pueblo libre, deberemos “borrar la memoria misma de Amalek debajo del cielo” (Devarim 26:19). Solo disponemos de un camino para borrar dicha “memoria”, protegiendo a los más vulnerables, a los que hoy son cruelmente acosados por quienes pretenden abusar de su indefensión.

Tres elementos cobran gran protagonismo en el mes de Elul: teshuvá, tefilá y tzedaká. La tzedaká es la herramienta para proteger a los más indefensos de nuestra sociedad. Este concepto bien entendido abarca la entrega de recursos, no solo económicos, a quienes lo necesitan, resultando de todo ello la consecución de un nivel más elevado de justica social. Maimónides describía ocho niveles de tzedaká, el más elevado consistía en otorgar herramientas para que las personas puedan llegar a ser autosuficientes, precisamente lo que ha de lograr cualquier sociedad empleando e invirtiendo todos los recursos a su alcance para proteger al “pequeño” de los abusos que pueda llegar a sufrir.

Eliyahu Peretz del Campo


Parashat Shoftim (Devarim 16:18 – 21:9).

septiembre 24, 2011

פרשת שפטים          דברים טז,יח –כא,ט

 5771

Nos encontramos esta semana, como en muchas otras ocasiones, con una Parashá cargada de contenido, significado y preceptos. Nuestra porción comienza con la encomienda de establecer una red de “jueces” (שופטים) y “alguaciles” (שוטרים), con el objetivo de que juzguen “al pueblo con juicio justo” (Devarim 16:18). Rashi nos aclara que los jueces serán árbitros (פוסקים) en el juicio y que, por otra parte, sobre los alguaciles recaerá la responsabilidad de hacer cumplir lo establecido por el Bet Din. Adquiere de esta forma el pueblo una estructura que administrará justicia de forma organizada y, además, nos permitirá cumplir con lo que nos es ordenado a continuación:

‘צֶדֶק צֶדֶק, תִּרְדֹּף’    דברים טז,כ

“Justicia justicia perseguirás” (Devarim 16:20)

Estas tres palabras se han convertido, a lo largo de los últimos meses, en uno de los eslóganes más populares del movimiento que lidera las concentraciones y acciones que persiguen reivindicar un nivel mayor de justicia social. De nuevo Rashi nos explica, al respecto de este pasuk, que el único fin de ir a juicio es el buscar justicia y que, por su parte, los jueces habrán de ser imparciales, rectos y que no podrán encontrarse sujetos a soborno alguno (Devarim 16:18-19).

El Sefer haJinuj recoge como una mitzvá positiva el “nombrar jueces y alguaciles” (‘למנות שופטים ושוטרים’ ספר החנוך, תצא), pero no como una acción vacua, sino que especifica que habrá de ser una red operativa, real y, sobre todo, conducida por el ansia de justicia.

Los miembros del pueblo, los jueces y alguaciles conformarán de esta forma tres elementos interdependientes, pero un cuarto elemento aparece en nuestra Parashá: los reyes. En el lenguaje de aquella época, teniendo en cuenta los códigos de los pueblos del mundo, el rey representaba a las clases gobernantes, centralizaba el poder y las decisiones estratégicas del pueblo. Podría decirse que, en este momento histórico, la figura de los reyes ha sido sustituida por una red compleja de cargos políticos y administrativos que gestionan la administración del poder ejecutivo, y que son designados en las elecciones. Al respecto de los reyes, la Torah nos enseña que deberán cumplir algunos requisitos (Devarim 17:14-20), entre ellos encontramos: “uno que no tendrá más caballos de los que necesite” y nos advierte de que en caso de enriquecimiento de esta clase gobernante podría hacer “retornar con ellos –los caballos- al pueblo a Mitzraim” (Devarim 17:16). El aviso es claro, quienes adquieren el “poder” no podrán ansiar riquezas o emplear su posición para esclavizar a las demás personas, tal vez a favor de los intereses económicos. La tarea del cuarto elemento de esta red social, de la clase gobernante, será “reinar” para el pueblo con justicia.

Cuando el pueblo, o una parte de este, se siente llamado a salir a la calle a exigir justicia social (צדק חברתי), no lo hace llamado por una situación de enajenamiento colectivo, sino con el objetivo de construir una sociedad más equilibrada. El pueblo grita, de nuevo lo hará el próximo motzaei Shabat, y alguien ha de arbitrar y hacer cumplir lo prescrito, la construcción de una sociedad más justa será el resultado de la implicación del pueblo, las clases gobernantes y la red de administración de justicia, para que no retornemos/permanezcamos en la situación de esclavitud en que nos encontramos en Mitzraim. El mes de Elul, que comenzamos esta semana, constituirá una oportunidad única para reflexionar y rectificar lo que en nuestra sociedad es mejorable.

אני לדודי ודודי לי

Eliyahu Peretz del Campo


Parashat Ree (Devarim 11:26 – 11:25).

septiembre 24, 2011

פרשת עקב           דברים יא,כו –טז,יז

 5771

‘רְאֵה, אָנֹכִי נֹתֵן לִפְנֵיכֶם הַיּוֹם: בְּרָכָה, וּקְלָלָה’      דברים יא,כו

“Mira que hoy pongo ante vosotros una bendición y una maldición” (Devarim 11:26)

La capacidad de elegir, o decidir, forma parte de nuestra vida cotidiana y es el fundamento del libre albedrío con el que fuimos creados. La Parashá de esta semana constituye, posiblemente, uno de los mayores exponentes de esta libertad, de esta característica humana, de este hecho que nos hace responsables de lo que hacemos, o decimos, y sus futuras consecuencias. Dichos efectos tendrán repercusiones sobre la persona que tomó la decisión, en primera instancia, pero también sobre el conjunto. Para hacernos conscientes de esta realidad nuestra porción semanal comienza hablándonos a cada uno: “MIRA”, pero continúa diciéndonos “PONGO ANTE VOSOTROS”, de esta forma sabemos que la “bendición” y la “maldición” pueden ser elegidas por todos y cada uno de nosotros, repercutiendo finalmente sobre todo el conjunto. Una vez más, recordamos que cada individuo forma parte y construye la sociedad en la que se encuentra inmerso.

A lo largo de nuestras vidas nos enfrentamos a un número indefinido de alternativas. Estas situaciones nos generan múltiples dudas e, incluso, incertidumbre. “¿Qué debo hacer en esta situación?” Tal vez es una de las preguntas que más habitualmente nos planteamos. Para llegar a la resolución final de dicha cuestión habremos de tomar en cuenta factores como nuestros anhelos y necesidades, las necesidades y deseos de las demás personas, las consecuencias, y otros muchos elementos, sin olvidar nunca el factor ético, las “prohibiciones” y “obligaciones”. Abraham, Moshé y otros líderes de nuestro pueblo, se vieron obligados a tomar decisiones, en algunas ocasiones se equivocaron y las consecuencias de sus actos repercutieron sobre ellos mismos y sobre todo el grupo, positiva o negativamente.

Una enseñanza muy valiosa, relacionada con la posibilidad de elegir, la podemos encontrar en nuestro código alimentario: el Cashrut. Encuentra muchos de sus fundamentos en nuestra Parashá (Devarim 14:3-21) y fue desarrollado por nuestra tradición. Disponemos en el mundo de un amplio espectro de alimentos, sabrosos y nutritivos, pero nuestra tradición nos enseña que no “podemos” comer de todos ellos, o hacerlo de cualquier forma, sino que encontramos limitaciones, ¿Cuál es el motivo de estas? No conocemos la razón, o razones, de dichas prohibiciones, pero si reflexionamos observaremos que a pesar de estar a nuestro alcance, no podemos tomar u obtener todo lo que se encuentre a nuestra disposición. Sabernos limitados por este “muro invisible” nos hace ser conscientes de que siempre tenemos que plantearnos si nuestra decisión, el acto que vamos a realizar, está o no permitido, si nos conducirá hacia la bendición o hacia la maldición.

Elegir es un derecho y por lo tanto equivocarse también, sin embargo no podemos olvidar que se puso ante todos nosotros “bendición y maldición”, vida y muerte. Este binomio constituye el mejor resumen de nuestro código, nos ofrece una perspectiva general y hace hincapié sobre el hecho de que de nada nos serviría estudiar, conocer y leer en voz alta la Torah, si después en nuestras vidas no aplicamos sus enseñanzas en nuestros hechos diarios.

Eliyahu Peretz del Campo


Parashat Ekev (Devarim 7:12 – 11:25).

septiembre 24, 2011

פרשת עקב               דברים ז:יב -יא:כה

5771

‘וְהָיָה עֵקֶב תִּשְׁמְעוּן, אֵת הַמִּשְׁפָּטִים הָאֵלֶּה, וּשְׁמַרְתֶּם וַעֲשִׂיתֶם, אֹתָם וְשָׁמַר יְהוָה אֱלֹהֶיךָ לְךָ, אֶת הַבְּרִית וְאֶת הַחֶסֶד, אֲשֶׁר נִשְׁבַּע, לַאֲבֹתֶיךָ’ (דברים ז,יב).

“Y por lo tanto, si escucháis estos preceptos y los guardáis, el Eterno tu D-o cuidará el pacto y te otorgará Su merced, conforme a lo que juró a tus antepasados” (Devarim 7:12)

De esta forma comienza nuestra Parashá de la semana, enunciando primero en plural al decirnos: “si escucháis” y pasando a una forma singular, cuando nos dice: “te otorgará”. ¿Cuál es el motivo de este cambio? Una de las interpretaciones tradicionales indica que el significado de este cambio es que cada persona se involucra en el estudio de la Torah en la medida de sus posibilidades, pero luego recibe la recompensa en función de su evolución, desde el propio punto de partida. Sin embargo también podríamos contemplar en esta enunciación un recordatorio claro sobre nuestra responsabilidad y participación en la sociedad en que nos encontramos integrados.

Todas y cada una de las personas nos hallamos inmersos en sociedades complejas, en grupos humanos diversos y dinámicos. Las sociedades son construidas por sus integrantes a través de sus interacciones, demandas y respuestas a las necesidades propias y ajenas. Dentro de esta realidad el resultado de los comportamientos, en su conjunto, se traducirá en una serie de resultados que afectarán a cada persona individualmente y, de nuevo, a la colectividad.

Por ejemplo, si pretendemos construir una sociedad en la que impere la paz, en la que el Tikun Olam sea auténticamente el objetivo; entonces cada uno deberemos comprometernos en este empeño. Al caminar por la calle, al hablar con las personas que nos encontramos y al educar a quienes nos rodean, incluidas nuestras hijas e hijos. De nada sirve que nos carguemos de buenas intenciones si después, en nuestra acción cotidiana, extendemos el odio, la incomprensión o si nos abandonamos a la violencia gratuita contra otras personas. Como dice el refrán: “El movimiento se demuestra andando”.

La observancia de las mitzvot, tal y como se indica en el comienzo de nuestra porción de estudio, tendrá una gran relevancia en la consecución de un mundo en el que cada individuo pueda disfrutar de “Su merced”. Una sociedad en la que impere la justicia habrá de proteger a sus integrantes más vulnerables, etc, pero para llegar a esta situación habrá de hacerse consciente de las carencias y necesidades de estos.

En nuestra Parashá encontramos una mitzvá que a veces podría llegar a parecernos que no tiene una conexión directa con el mundo de lo humano, se trata de la obligación de bendecir en las comidas, el Birkat haMazon. Dice nuestro texto: “Cuando hayas comido y te hayas saciado, bendecirás al Eterno tu D-o por la buena tierra que te ha dado” (Devarim 8:10). Damos de esta forma gracias por la vida que se nos ha dado y se nos da; pero ¿cuál es el motivo por el que se nos indica que deberemos bendecir por la tierra que hemos recibido?

Una de las claves para responder a esta pregunta la encontramos en los pesukim que preceden a este segmento (Devarim 8:1-9). En ellos además de realizar un pequeño repaso del recorrido del pueblo hasta su entrada en la tierra de Israel, también se describen todos los aspectos positivos de esta, llamándosenos la atención sobre todo aquello que tenemos y disfrutamos. La acción de bendecir, en ocasiones, puede convertirse en un ritual repetitivo y automatizado, pero si realmente lo hacemos con cavaná, entonces seremos más conscientes de todo aquello que nos es provisto y, también, de las carencias que padecen otras personas que viven cerca de nosotros. La bendición no ha de convertirse nunca en una repetición sin sentido de algunas fórmulas ya establecidas, sino en un auténtico agradecimiento y toma de conciencia de la existencia propia y ajena. Si lo hacemos de esta manera, podremos construir una sociedad en la que todos nos sintamos receptores de la “merced” de la que nos habla el primer pasuk de nuestra sección semanal.

Eliyahu Peretz del Campo


Parashat Vaetjanan (Devarim 3:23 – 7:11).

septiembre 24, 2011

פרשת ואתחנן             דברים ג:כג -ז:יב

5771

Continúa Moshé su “repaso” y, en una nueva ocasión, solicita que le sea concedida la posibilidad de poder entrar en la tierra, “para que pueda contemplar” (Devarim 3:25). Sin embargo le es negado, una vez más, aunque le es concedida la posibilidad de observar la heredad desde lo alto del Pisga.

Afirma nuestra tradición que hasta en quinientas quince ocasiones Moshé rezó para poder culminar el viaje. Sin embargo en esta situación, tal y como nos explica el midrash, hay una variación. A Moshé le fue concedido, durante la entrega de la Torah, un regalo muy especial; se trataba de la posibilidad de emplear una fórmula petitoria con la que “conseguir” lo que solicitaba, esta consistía en utilizar dos veces la palabra “נָּא”, tal y como hiciera al pedir que Miriam, la profetisa, fuese curada (Bamidvar 12:13): “אל נא רפא נא לה. Su aparente objetivo era emplear esta técnica de nuevo, pero no puede concluir su formulación y, de manera abrupta, se reitera la negación.

Le es ordenado, en una nueva ocasión, a Moshé que “fortalezca” a Yehoshúa (Devarim 3:28), pues él será quien entre en la tierra de Israel y quien dirigirá la lucha para asentarse allí. ¿Qué significado puede tener fortalecer en este contexto? En otras ocasiones vimos que Moshé hacía un gran énfasis en reforzar el liderazgo de su sucesor, pero en esta ocasión podemos vincular este fortalecimiento con una de las mitzvot que aparecen en nuestra Parashá: “Talmud Torah” (Aprender Torah).

“Reúne al pueblo para que escuche Mis palabras y aprenda a temerme todos los días que viva sobre la tierra y para que enseñe Mis leyes a sus hijos” (Devarim 4:10). Dos formas verbales con la misma raíz aparecen mencionadas en este pasuk: “aprenda” (יִלְמְדוּן) y “enseñe” (יְלַמֵּדוּן); resulta obvio que ambas acciones se encuentran relacionadas y que la acción de aprender tiene repercusiones sobre ambos agentes, el enseñante y en enseñado. El Talmud (Suká 42,1) nos dice que se debe enseñar Torah a los niños desde que adquieren la capacidad de hablar, comenzando por el Shemá. Nos hacemos conscientes de esta manera de que la formación de las personas comienza desde una edad muy temprana, que somos responsables de la educación y futuro de nuestras hijas e hijos y que por lo tanto no podemos dejar su formación en manos del destino incierto al que les conducirían nuestra pasividad e indiferencia.

Moshé reforzó a Yehoshúa, preparándolo para su liderazgo, pero ante todo para la vida; de esta misma forma es nuestra responsabilidad hacer lo mismo con nuestros hijos, prestándoles la atención necesaria, enseñándoles en todo momento a comprometerse socialmente, a construir un mundo más justo en el que sus hijos también habrán de ser educados. Ya sea con nuestras palabras o nuestros actos, enseñemos a las generaciones que nos habrán de suceder que es posible convivir con justicia y otorgando dignidad a todos los componentes de nuestras sociedades. Esto nos hará más fuertes, esto los hará más fuertes.

Eliyahu Peretz del Campo


Parashát Devarim (Devarim 1:1 – 3:22).

septiembre 24, 2011

פרשת דברים             דברים א:א -ג:כב

5771

Comenzamos esta semana la lectura del último de los cinco libros de la Torah. Devarim, que es conocido también como “משנה תורה” (Repaso de la Torah), contiene el compendio de las mitzvot destinadas al pueblo de Israel; si bien no se recogen, tal y como afirma el Sefer haJinuj, las reservadas en exclusiva a los Cohanim. Este repaso va destinado a la generación que entrará en la tierra de Israel y comienza cuando Moshé aun contará con cinco semanas más de vida. Un recordatorio de la vida fuera de las fronteras de la propia tierra precederá a la entrada en la misma y servirá como sumario de las vivencias que habrían de configurar la identidad del pueblo, también habría de servir para hacer énfasis sobre la idea de que quienes llegaban no eran los primeros, pues antes que ellos sus padres y otras generaciones ya existieron y otros pueblos también.

Moshé realiza, primeramente una recapitulación de los momentos más reseñables de los años en los que él ha sido líder del pueblo de Israel. Entre otros, relata el suceso que causó que la generación anterior no pudiese entrar en la tierra que se les prometió a sus ancestros, siendo necesarios cuarenta años de estancia en el desierto para lograr finalmente su objetivo. Recuerda Moshé en su enumeración algunos otros errores cometidos y sus consecuencias, para finalizar realzando la figura de Yehoshua, el líder que habrá de sucederle al frente del pueblo.

Comienza nuestra porción de estudio con una aseveración clara y concisa diciendo: “אֵלֶּה הַדְּבָרִים, אֲשֶׁר דִּבֶּר מֹשֶׁה אֶל-כָּל-יִשְׂרָאֵל” (“Estas son las palabras que habló Moshé a todo Israel” –Devarim 1:1). Rashi nos explica que esas “דְּבָרִים” formaron parte de los sermones de Moshé y que esto indica que comienza un repaso de toda la Torah. Asimismo, con respecto a la aseveración: “אֶל-כָּל-יִשְׂרָאֵל” (a todo Israel), nos explica que se repiten estas palabras para asegurarse de que todo el pueblo las escuchó, dejando además constancia de que estaban presentes allí cada uno de sus componentes. Estas palabras finales de Moshé, a pocas semanas de su final estaban destinadas a la generación que habría de entrar en la tierra prometida, en la que ansiaron entrar durante los cuarenta años que permanecieron en el desierto.

Moshé se revela, como en otras ocasiones, como un líder que comparte la carga de la gran responsabilidad que fue guiar a su pueblo (Devarim 1: 9-16), un líder humano y lo suficientemente realista como para reconocer que no podría llevar adelante un proyecto de tan gran magnitud sin apoyo. Recuerda Moshé esto antes de responsabilizar al pueblo de que él mismo no fuese a entrar en el anhelado territorio, siendo Yehoshua quien habría de entrar en su lugar liderando al pueblo (Devarim 1:37-38), le es prescrito a Moshé que habría de “fortalecer” al futuro conductor. En muchas ocasiones las personas esperamos ver alcanzados nuestros objetivos, pero no siempre es posible. Sin embargo, tal vez otras personas los llegarán a alcanzar, por lo que no debemos caer en la desesperación sino que es mucho mejor que aportemos para el logro de dichas metas, aunque sean alcanzadas en un futuro no inmediato por otras personas.

A veces, por otra parte, habremos de sorprendernos a nosotros mismos ante los avances que podremos realizar. El propio Moshé afirmó “no soy hombre de fácil palabra” (Shemot 4:1), en aquella ocasión también se trataba de “דְּבָרִים” y llegamos a encontrarnos, en este momento, ante la repetición de las “דְּבָרִים” que dijo Moshé. Cuando ya se encuentra próximo al final de sus días podemos observar el cambio, no solamente en el pueblo sino también en la figura evolucionada de su conductor. Moshé transmitirá todas esas palabras, las que pensó que nunca podría enunciar, y las adapta a la generación que le está escuchando, tal y como debe hacer cualquier buen orador. De esta misma forma, en cada generación la lectura de la Torah nos revela aspectos relativos a nuestra vida contemporánea y, a pesar de la diferencia de contextos, nos continúa hablando sobre el “nuevo orden” (que habría de significar la entrada en la propia tierra), sobre la justicia y sobre el gran esfuerzo que cuesta alcanzar dichos objetivos.

Dos mitzvot, de suma importancia, se encuentran en esta Parashá. El Sefer haJinuj afirma que estas son:

*שלא למנות דיין שאינו יודע בדיני התורה

“No se nombrará juez (dayan) a quien no conozca los juicios de la Torah”

* שלא יירא הדיין בדין

“No temerá el juez (dayan) en el juicio”.

Cada una de ellas posee evidente relevancia, desde la mera perspectiva de la administración de justicia implican que quien emita juicios habrá de conocer las leyes y que no deberá temer al emitir un juicio. Así mismo, si profundizamos un poco más, el Talmud (Sanhedrin 6,b) afirma que incluso un alumno deberá tomar parte ante su Rabino cuando sea conocedor de algún aspecto que pueda conducir a la consecución de esa buscada “justicia”, cuando es además sabido que un alumno no puede emitir juicios frente a un Rabino. De esta misma forma, trasladando ambas mitzvot a la realidad,  al logro de la tan necesaria justicia social, seremos conscientes de que todos tenemos la obligación de enunciar y denunciar las situaciones de falta de justicia de las que podamos ser testigos en nuestra vida cotidiana. No debemos mantenernos en silencio.

Me gustaría continuar ahora regresando al comienzo de nuestra Parasha y mencionar una curiosidad que enlaza nuestro texto con Tisha ve´Av. En todas las Kehilot del mundo cuando quien cantila la Torah llega al verso que dice “אֵיכָה אֶשָּׂא לְבַדִּי” (Devarim 1:12), entonces cambia la manguiná y pasa a emplear la que corresponde a la Meguilat Eija que será leída en Tisha veÁv.

El recuerdo de la destrucción de los Templos (el primero y el segundo) y otro número importante de desgracias sucedidas a nuestro pueblo son recordadas en esta fecha. La Mishná (Taanit perek 4 mishná 1), relata los cinco motivos que fundamentaron en su origen esta conmemoración: fue la fecha en la que los meraglim enviados por Moshé ofrecieron su falso informe que aterrorizó al pueblo y causó el castigo que impediría la entrada a la generación que asistió a este hecho; la destrucción en el año 586 a.e.c del primer Tempo (comenzando el exilio de Babilonia); la destrucción en el año 70 e.c. del segundo Templo; la caída de la fortaleza de Betar en los tiempos de Bar Kojba y la masacre de sus habitantes y, por último, la reconfiguración de Jerusalem como una ciudad “pagana” en el año 71 e.c. en esta misma fecha.

Todos estos hechos y muchos otros, según se recoge en nuestra tradición, sucedieron este día. Centralizamos de esta forma todo el dolor y el sufrimiento para que no nos paralice durante el resto del año y podamos continuar celebrando la vida, que es uno de nuestros rasgos definitorios. Entre los hechos históricos sucedidos el 9 de Av se encuentra la proclamación del “Edicto de Granada”, en el tristemente conocido año de 1492. Las consecuencias de aquel edicto fueron evidentes sobre aquellos Judíos que decidieron salir de los reinos cristianos de Castilla y Aragón, y sobre los que decidieron quedarse y fueron víctimas de conversiones forzosas, persecuciones y discriminación durante siglos, que fueron una gran mayoría.

La vida judía de la península Ibérica, cuyo esplendor asombró al mundo, se vio interrumpida brutalmente y silenciada por la fuerza. Muchos siglos de oscurantismo y los fervientes deseos de ocultar la realidad de quienes se quedaron han hecho, y aun hoy hacen, mella en  una comunidad que se ha resistido con el paso de los siglos a su desaparición. Ningún trauma, personal o colectivo, ha de ser olvidado ni minusvalorado, con independencia del tiempo que haya transcurrido desde el suceso. Más bien, tenemos la obligación de recordarlo y repararlo en la medida de lo posible, no podemos limitarnos a mirar el presente o a esperar el futuro y siempre debemos recordar que Moshé a pesar de ser consciente del final de su camino, no se desvinculó o implicó en menor medida en la consecución del logro del objetivo de su pueblo.

 

Eliyahu Peretz del Campo


Parashát Mase (Bemidbar 33:1 – 36:13).

septiembre 24, 2011

פרשת מסעי                במדיבר לג: א -לו: יג

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Nuestra Parashá de la semana comienza en esta ocasión con el repaso de todos los campamentos, en total cuarenta y dos, que el pueblo de Israel levantó en su larga travesía por el desierto (Bemidbar 33:1-49). Nuevamente la idea recurrente de eliminar la idolatría en la tierra de Israel se hace presente, para un momento después recordar que el reparto de la tierra será proporcional al tamaño de las tribus (Bemidbar 33:54). Tras recordar todo esto pasamos a leer una porción de gran importancia, Bemidbar 34, en la que se definen las fronteras del que habrá de ser el territorio del pueblo de Israel, acorde a sus necesidades ni demasiado grande ni demasiado pequeño, la cantidad justa de terreno para poder vivir y desarrollarse como pueblo. La Parashá continúa con requerimiento de cuántas ciudades deberán ser cedidas a los leviim (cuarenta y ocho en total) y con los detalles relativos a las ciudades refugio, que en esta ocasión no abordaremos. Finaliza nuestra porción semanal con la nueva reivindicación de los derechos de las hijas de Tzelofjad  y de esta forma concluye nuestro cuarto libro de la Torah.

Resulta llamativo que un pueblo que salió de la esclavitud, que vagó durante cuarenta largos años por el desierto y que finalmente está a punto de llegar a su objetivo, sea expuesto precisamente en este momento a un repaso de las que habrían de ser paradas que ya habían superado, anunciándoseles además que tendrán que luchar contra una realidad existente en aquel lugar (la de los ídolos, estatuas, etc.).

El propio nombre de la Parashá nos ofrece una pista interesante sobre el contenido de la historia pasada. La palabra “מסע” implica no solamente movimiento, sino que también tiene que ver con un viaje largo y posiblemente cargado de aventuras y, porque no, dificultades. El viaje y peripecias del pueblo esclavo que salió de Mitzraim, que superó muchos momentos difíciles y que habría de transformarse en un pueblo de personas libres, contando en todo momento con la guía de un líder modélico que no se aferró a las comodidades y facilidades que le habrían acompañado de haber continuado viviendo en su lugar de origen. Pero el viaje “exterior” no fue más que un reflejo de la transformación que el pueblo y los individuos que integraban el mismo fueron experimentando. Cada una de esas paradas, cada uno de esos campamentos no provocaban que el pueblo se mantuviese en un estado estático o inmóvil, sino que servían para conseguir que la dinámica del mismo se fuese asentando y para que las variaciones en su seno se fuesen asimilando.

Con facilidad podremos estar de acuerdo en el hecho de que todo pueblo evoluciona, y que dicho desarrollo es la respuesta no solamente al entorno en el que se encuentran, sino que también sirve como herramienta preparatoria con la que adaptarse al tiempo en el que serán alcanzados los objetivos de dicho ente colectivo. El pueblo habla no solamente a través de las fórmulas de elección directa, sino también con su dinámica interna, con sus expresiones artísticas y ciudadanas y con cada una de sus reacciones y “movimientos”.

En las pasadas semanas hemos visto personas salir a vivir de nuevo en las “tiendas”, aquellos artilugios en los que las personas que vagaban en el desierto hacían sus vidas de manera transitoria, enfatizando el carácter volátil de dicha situación. Es muy posible que nos encontremos en un momento en que de  nuevo el pueblo necesite realizar una parada, redefinir sus objetivos y crear nuevas herramientas para alcanzar la ansiada justicia social.

Una vez más, a lo largo del texto de la Torah, encontramos presente y patente la idea de que cada persona deberá aportar a la sociedad en la medida de lo que pueda tributar y que deberá recibir en función de sus necesidades reales (Bemidbar 33:54). Tal vez este principio debería aplicarse a la población mayor, quienes levantaron con su esfuerzo un país y permitieron que hoy estemos aquí, o a las personas más vulnerables, quienes no poseen herramientas que las protejan del mercado y también a quienes “no tienen papeles” pasando a ser invisibles y estar desprotegidos, convirtiéndose en seres humanos “ilegales” (si es que este término se le puede aplicar a un ser humano).

Es cierto que esta nueva parada, en nuestro viaje colectivo, ha de servir para pensar y reflexionar sobre muchas cosas, pero también habrá de servirnos para que recapacitemos sobre si desde posiciones de privilegio, cuando existen enormes bolsas de pobreza en grupos sociales muy concretos, es posible reclamar privilegios mayores para uno mismo olvidándonos de los demás. Es por ello que nuestra Parashá concluye hablando sobre los derechos de una pequeña minoría desprotegida, recordándonos que en ningún momento debemos dejar de lado que la justicia que ha de imperar en todos los niveles de nuestra sociedad.

Esta recapitulación es un repaso y un recordatorio. Recordamos de dónde salimos, cuáles fueron las penurias y los momentos duros del camino, cuáles fueron nuestras reclamaciones/peticiones, qué objetivos alcanzamos y también tenemos la oportunidad irrepetible de preparar la continuación del viaje, de pensar en lo que estamos buscando, pero sin dejar de pensar en ningún momento en las necesidades de ninguno de los miembros del pueblo: es una cuestión de justicia.

 

Eliyahu Peretz del Campo