Parashat Noaj (Bereshit 6:9-11:32)

octubre 27, 2011

פרשת נח         בראשית ו,ט-יא,לא

שבת נח תשע»ב

Nos encontramos esta semana ante un segmento de la Torah que relata un complicado capítulo acontecido en la décima generación de la humanidad. Si partimos de la base de que la Torah no pretende ser un libro histórico, podremos ser conscientes de que es el relato de la relación entre la humanidad, en especial el pueblo Judío, y el Creador. Cada uno de sus segmentos posee gran importancia y significado, siendo aplicables sus enseñanzas en todo lugar y periodo histórico.

Comienza nuestra sección hablándonos sobre las cualidades humanas de Noaj (Bereshit 6:9), acto seguido se describe la realidad de la tierra, que se había convertido en un espacio “colmado de violencia” (Bereshit 6:11-12). El contraste con sus coetáneos provoca que Noaj sea escogido como la persona que habría de salvarse y repoblar la tierra, junto con su familia, una vez que todo regresase a su orden original (Bereshit 6:13-18). Sin dudarlo un solo momento, Noaj cumplió aquello que le fuera solicitado (Bereshit 6:22). Nuestra Parashá afirma que llovió durante “cuarenta días y cuarenta noches” (Bereshit 7:12), sin embargo hubo agua sobre la tierra durante ciento cincuenta días (Bereshit 7:24). De esta forma parece enseñársenos que cualquier hecho, positivo o negativo, tiene consecuencias que se prolongan en el tiempo, más allá del propio periodo en el que el hecho es desarrollado.

En la Torah encontramos relatos diversos, unos hacen referencia a hechos y otros con palabras nos refieren enseñanzas. Nos encontramos ante un hecho que no se ha repetido con posterioridad, un suceso del que podemos extraer conclusiones y del que, por mucho que lo estudiemos y repasemos, en cada ocasión sobre un mismo detalle podemos obtener diferentes.

La respuesta de Noaj fue clara y concisa, simplemente obedeció sin realizar cuestionamiento alguno, sin plantear otra alternativa, al contrario de los que hicieran Moshé o Abraham con sus contemporáneos. Las consecuencias de la respuesta de Noaj fueron devastadoras, las dimensiones del desastre indescriptibles. Es por esto que se puede relativizar el papel de Noaj y sus cualidades personales, la idea de que tal vez se limitó a pensar en sus seres más cercanos, olvidando el origen común de la humanidad y su “destino colectivo”: convivir en la tierra. La responsabilidad por la acción de Noaj sitúa a este en una posición complicada, que algunos salvan apelando a la comparación con sus vecinos, no es nombrado líder, pues solamente un gran líder es capaz de pensar también en otras personas, incluso en aquellas con las que se encuentra desacuerdo. Tal vez no era el momento, tal vez no fue capaz de hacerse responsable del resto de su generación, o simplemente tal vez en una generación de Tzadikim habría encontrado el camino para plantear alternativas menos catastróficas para el resto de la humanidad. En nuestras manos se encuentra la posibilidad de replantearnos todas estas preguntas y de clarificar nuestras posiciones, aplicando en nuestro tiempo las enseñanzas que podamos extraer de este hecho.

Si contemplamos el relato general, sin concretar los detalles, podremos encontrar su clara similitud con textos de otras mitologías. En función de este hecho no podemos afirmar se trate de un relato histórico, ni tampoco lo contrario, tampoco podemos llegar a descubrir si realmente se trató de un diluvio o de lluvias intensas. Lo que está muy claro es que el tema central de nuestra Parasha es la relación entre el Creador y el creado, estableciendo un estrecho vínculo de corresponsabilidad. El Dios que se revela al final de nuestro relato, cuando promete “no volver a herir a todo ser viviente” como lo hizo (Bereshit 8:21-22), no lo hace como un ente caprichoso, tal y como sucede en los relatos de otras mitologías, sino que establece su pacto con la humanidad  (Bereshit 9:1-12).

La lucha contra la discriminación de género, por origen étnico, nacional o cultural, o por identidad de género u orientación sexual, … son parte del compromiso de la humanidad por la construcción de un mundo mejor, continuación del pacto en el que somos parte y del que no podemos desentendernos de quienes viven cerca o lejos de nosotros.

Eliyahu Peretz del Campo


Parashat Bereshit (Bereshit 1-6:8)

octubre 19, 2011

פרשת בראשית            בראשית א-ו,ח

שבת בראשית תשע»ב

Comenzamos de nuevo nuestra lectura anual de la Torah con Bereshit. De esta forma el tiempo, desde la perspectiva del Judaísmo, se configura como la combinación de una secuencia en línea, a lo largo de la cual se disponen los tiempos pasados, y una secuencia circular, que alberga nuestro ciclo anual de estudio, etc. Ambas figuras se relacionan con el tiempo, como realidad lineal y circular a la vez, ayudándonos también a comprender que resulta compatible leer nuevamente nuestros textos y “avanzar” en y sobre ellos, tanto en su profundización como en su interpretación contextualizada.

Nos posicionamos una vez más frente al texto de la creación del mundo (בריאת העולם). Así mismo leemos de nuevo sobre la creación de la humanidad (בריאת האדם) y nos enfrentamos a dos segmentos que a todas luces resultan problemáticos en su comprensión e interpretación y que incluso, en ocasiones, parecen contradecirse. Me refiero, evidentemente, a los capítulos primero y segundo de Bereshit. Dejaremos de lado de momento la discusión sobre los orígenes del texto, que lejos de deslegitimarlo no hacen más que poner en valor su realidad integradora y espíritu constructor. Nos centraremos en ideas que si bien hoy podemos percibir como evidentes, nos ayudarían, en el caso de que fuésemos capaces de profundizar en ellas y tenerlas presentes cotidianamente, a germinar un cambio sustancial en nuestras realidades personales y en el mundo en que nos encontramos.

A lo largo del relato nos encontramos frente a un Dios que comienza su obra creadora y del que podemos llegar a tener la impresión de que posee una presencia similar a la de los Seres Humanos. Contra esta posible interpretación nos alerta el propio Maimónides cuando nos dice: “…Dios no es un cuerpo…” (Rambam, Yesodei haTorah 1,8) y reafirma esta idea diciéndonos que cuando encontramos en la Torah expresiones en las que se habla de los pies, ojos u oídos de Dios, “…todas estas expresiones se ajustan al conocimiento de las personas, que no conocen sino los cuerpos, hablando la Torah en lenguaje humano…” (Rambam, Yesodei haTorah 1,9). Por lo tanto todos los textos que leeremos en este nuevo ciclo deberemos abordarlos desde nuestra propia perspectiva, la de la existencia humana, y nuestro esfuerzo habrá de centrarse en aplicarlos a nuestras vivencias cotidianas.

Escapan de nuestra comprensión los motivos de muchas de las ideas y expresiones empleadas. Grupos de estudiosos, algunos de ellos místicos, han tratado de definir y de buscar una lógica al orden y sucesión de los eventos. Por citar un ejemplo podríamos habar de Moshé de León, Rabino al que se atribuye la posible autoría del Zohar y que vivió entre los años 1250 y 1305 de la era común. En su libro Seder Gan Eden intenta abordar una descripción detallada de este, relacionándolo además con el mundo por venir y otros conceptos. Con respecto a muchas de sus afirmaciones podemos sentirnos confundidos, como cuando, por ejemplo, asevera: “El Gan Eden es anterior a la creación del mundo, todos los elementos dispuestos en el, sus plantas, el firmamento que lo cubre por lo alto y el suelo en su parte inferior. Después de trescientos sesenta y un años, tres horas y dos instantes, fueron creados los cielos y la tierra” (Moshé de León, Seder Gan Eden 2,3). Nos encontramos en esta situación ante la posibilidad de comenzar a teorizar y buscar datos, razones, etc… a un hecho que se nos presenta como una realidad indiscutible (en Seder Moed, Pesajim 54,a se nos ofrece una enumeración de las siete cosas que fueron creadas antes que el mundo), sin embargo dicha búsqueda resultaría un ejercicio trivial si no tratamos de encontrar algún tipo de relación con nuestra existencia diaria. Por supuesto que los estudiosos de estas materias encuentran el camino para aplicar estos conocimientos en nuestras vidas, aportándonos una fuente valiosísima de saber.

En nuestra Parashá de la semana el relato referente al Gan Eden ocupa un espacio central, llamando nuestra atención poderosamente, aunque otros muchos asuntos son tratados en esta. Encontramos, según el Sefer HaJinuj, una sola Mitzvá en nuestra porción. Se trata de la Mitzvá de desarrollarse y proliferar (Bereshit 1:28). El objetivo de esta orden se explicita también, “llenad la tierra” (Bereshit 1:28), no había otras personas en el mundo y no debería mantenerse como un sitio solitario. Esta idea de la lucha contra la soledad es un concepto que acompaña a las personas durante toda su existencia, en especial en nuestros tiempos cuando paradójicamente nos encontramos mucho más “conectados”; sin embargo hay quienes afirman que la calidad real de dichas conexiones ha caído en picado con respecto a otras generaciones y también que algunas personas que en otros contextos históricos no estarían solas, en nuestro mundo de la comunicación y la información se encuentran totalmente aisladas. Tal vez nos encontramos en un momento en el que se está produciendo un ajuste a las nuevas condiciones del mundo, a sus nuevos modelos de relación.

En otro punto se realiza una referencia explícita a la soledad, justo antes de la creación de los dos géneros a partir de la primera persona podemos leer: “no es bueno que la persona -אדם- este sola” (Bereshit 2:18). Es posible que la soledad habite entre quienes se encuentran apartados de nuestras sociedades, los que se encuentran alejados de sus seres amados, ya sea voluntariamente o por la fuerza, e incluso entre quienes encontrándose aparentemente acompañados se encuentran solos. Nuestra Parashá no nos ofrece, al menos de forma eplícita, fórmulas universales para combatir este mal social, pero a lo largo de toda la Torah, por supuesto también en esta primera porción, se nos revelan herramientas que nos ayudan a incrementar la calidad de nuestras relaciones personales pues, a fin de cuentas, somos seres sociales.

לֹא-טוֹב הֱיוֹת הָאָדָם לְבַדּוֹ                             בראשית ב-יח

Eliyahu Peretz del Campo


Parashat Vezot haBeraja (Devarim 33:1-34:12) Shimjat Torah 5772

octubre 17, 2011

פרשת וזאת הברכה        דברים לג,א-לד,יב

שמחת תורה תשע»ב

“Y ésta es la bendición que Moshé, hombre del Eterno, dio a los hijos de Israel antes de su muerte” (Devarim 33:1).

De esta forma comienza la Parashá con la que concluye, no solamente el relato de la salida del pueblo oprimido hacia la libertad, sino también la existencia de Moshé. Curiosamente bendice al pueblo de Israel, pero en ningún momento se dirige a su conjunto, sino que bendice a cada una de las tribus por separado, exceptuando a la tribu de Shimon. ¿Cuáles pudieron ser los motivos que condujeron a Moshé a hacerlo de esta forma? Sabemos que incluso Bilam bendijo al pueblo de Israel como un todo (Bamidbar 24:5), sin embargo el líder que condujo al grupo de antiguos esclavos que salían de Mitzraim, el guía que los llevó durante su constitución como pueblo, él no los bendice conjuntamente sino que, tal y como realizara Yaakov, ofrece una bendición para cada una de las tribus.

Tal vez dicha personalización, en la que se hace referencia una vez más al papel de cada una de las tribus, sea una forma de llamar nuestra atención sobre una idea que recurrentemente nos es recordada: que la diversidad es una realidad con la que debemos convivir. Un auténtico líder lo sabe y por ello se dirige en su despedida personalizando su bendición y dirigiéndola a cada uno de los segmentos de su pueblo. Tal vez este sea uno de los muchos conceptos e ideales perseguidos por las personas que salieron de la tierra de la esclavitud, en busca no solamente de un espacio físico sino de un destino final en el que la idea de un mundo más justo para todas las personas fuese una realidad cotidiana.

Encontramos una cierta cadencia en las últimas siete Parashot del quinto libro de la Torah, en ellas Moshé se dirige al pueblo y comienza hablando sobre las acciones a realizar al entrar en la tierra de Israel, continúa afirmando su identidad como pueblo (Devarim 29:12), comienza su despedida final poniendo al pueblo sobre aviso y recordándonos que volveremos a equivocarnos pero que siempre habrá lugar para la remisión y concluye su despedida con una bendición. Esta bendición constituye el texto con el que cerramos nuestra lectura anual de la Torah, inmediatamente volveremos a comenzar a leer el libro de Bereshit para enlazar este ciclo interminable de estudio y búsqueda de conocimiento con el que hemos sido benditos.

Nuestra tradición explica que uno de los motivos por los que dicho ciclo se perpetúa es porque no hemos concluido la corrección del mundo. Ciertamente este concepto (תיקון עולם) puede resultarnos muy abstracto e incluso inalcanzable, sin embargo el otro día he podido leer en una pared una sencilla frase que posee un gran potencial:

אל תצביע-תשפיעו

La traducción es: No votes, influid. Este reclamo, que pude ver en un grafiti sobre una pared cercana a la tajanat mercazit de Tel Aviv, hace referencia a la abstención electoral, pero yo no quisiera tomarla en dicho sentido y tal vez la completaría dejándola de la siguiente forma:

לא רק תצביע, אלא גם תשפיע

No solamente votes, sino también influye. Esta versión se me antoja más cercana a una realidad en la que las personas debemos implicarnos no solamente en la ejecución de nuestros derechos ciudadanos e influir de esta forma, sino que además debemos ser conscientes y prestar una especial atención para influir de manera activa sobre nuestro entorno con nuestras acciones cotidianas. Tal vez el marcarnos pequeños objetivos pueda ayudarnos a conseguir que un mundo mejor comience desde nuestro círculo más próximo, para que pronto sean una realidad las ansiadas libertad e igualdad para todas las personas.

Nos enfrentamos en nuestra porción semanal a la separación definitiva del pueblo de Israel y de una figura que nunca tendría otro igual. Nuestros Sabios, de bendita memoria, dijeron sobre el primer pasuk de nuestra Parashá (Devarim 33:1) que esta bendición es enunciada no mucho tiempo antes del fallecimiento de Moshe. Rashi afirma que siendo el profeta consciente de su próximo fallecimiento, se pregunta: Si no ahora, ¿Cuándo? No nos preguntemos cuándo actuar, comencemos a influir en nuestro entorno más cercano desde este momento, sin pensar en posponer nuestra responsabilidad para con el bienestar de los demás, o nuestra participación en la construcción de un mundo más justo y libre en el que tengamos cabida todas las personas.

 

Eliyahu Peretz del Campo


Shabat de Jol haMoed Sukot 5772.

octubre 12, 2011

שבת חול המועד סכות תשע»ב

Cuarenta días han transcurrido desde el primer día de Elul hasta el recientemente pasado Iom Kippur. Esos son los mismos días que, tal y como afirma la tradición, Moshé permaneció rogando que fuese perdonado el pueblo de Israel por la construcción y adoración del ídolo, recibiendo las nuevas tablas al transcurrir dicho periodo. Entre otros asuntos, este es uno de los que se abordan en la sección que se lee en el Shabat que transcurre en Jol haMoed de Sukot (Shemot 33:12-34:25).

Resulta evidente que con esta pincelada se nos recuerda que la redención, la posibilidad de retornar y arrepentirse son una realidad, pero además también podemos concluir que dichos actos poseen un tiempo y que no debemos prolongarlo más de lo necesario. Precisamente, reafirmando esta idea, cinco días más tarde de Iom Kipur comienza una fiesta en la que hacemos especial gala de nuestra alegría, se trata de Sukot. Durante el transcurso de la misma nos es prescrito residir en la Suká, de tal forma que se llegue a “convertir a la casa en vivienda transitoria y a la suká en residencia permanente, como está escrito: En las cabañas habitaréis siete días –Devarim 22:42-“ (Rambam, Mishne Torah, Hiljut Suká 6:5). Invertimos de esta forma el orden habitual de nuestra forma de residir y habitar, introduciéndonos en una estructura temporal que nos recuerda a las tiendas de aquellas personas que salieron de la tierra de Mitzraim, donde eran esclavos y extrangeros, hacia la tierra de su libertad.

La idea de lo temporal se acentúa durante los días de Sukot, haciéndonos más conscientes de que también nuestro paso por el mundo es finito. Uno de los requisitos que nuestra tradición estableció, es que debemos introducir en la Suká elementos que la hagan más cómoda, que nos permitan tener una estancia agradable en la misma. Si aplicamos esta máxima, exigida para la Suká, en nuestras propias existencias nos daremos cuenta de que resulta imprescindible que vivamos plenamente nuestras vidas, dedicando el tiempo estrictamente necesario a la reparación de nuestros errores y continuando la construcción de un mundo mejor para todas las personas.

Otro de los símbolos fundamentales que representan Sukot son las cuatro especies (ארבעת המינים). Conocidas son las explicaciones de qué representan cada una de ellas, o de cómo se simbolizan a través del precepto del Lulav la diversidad y la convivencia. Sin embargo yo quisiera detenerme por un instante en uno de los componentes de esta Mitzva, concretamente en el etrog (אתרג). Las cuatro consonantes que componen esta palabra en hebreo esconden un número igual de conceptos básicos por los que en nuestras tefilot pedimos continuamente. Se trata de la confianza/fe (אמונה), el retorno (תשובה), la salud (רפואה) y la redención (גאולה), rogamos para que todas ellas nos lleguen de forma plena o absoluta.

Sin embargo estamos, a todas luces, muy alejados de que aquellas cosas que pedimos y deseamos lleguen a ser una realidad. Es evidente que la responsabilidad no recae en nosotros al cien por cien, pero sin embargo sabemos que tenemos una parte y que es nuestra obligación luchar por hacer las cosas lo mejor posible. En este sentido podemos retroceder algunos días y reflexionar sobre un hecho, que aun no estando del todo esclarecido, es grave y debe preocuparnos. Recientemente, precisamente después de Iom Kipur, fuimos conscientes de la profanación de varias tumbas en los cementerios árabe y cristiano de Yafo. De ninguna forma podemos permitir que nadie realice acciones de este tipo, que indudablemente pueden encender la chispa del odio que inflame una ya delicada situación de convivencia. El retorno completo (תשובה שלמה) no podrá darse si hechos como este se repiten, ni tampoco seremos testigos de la redención completa (גאולה שלמה) mientras alguien sea capaz de realizar actos que vulneren los derechos y las libertades de otras personas.

Nuestras vidas son pasajeras, esta misma idea nos la recordaba Moshé al llamar en su canción a los cielos y la tierra como testigos. Todo lo que forma parte de nuestras existencias es importante y por ello debemos comprometernos, implicarnos y también, por supuesto, deleitarnos en nuestras experiencias.

 

Eliyahu Peretz del Campo


Iom Kipur 5772

octubre 6, 2011

 יום כפור תשע»ב

Tradicionalmente en la Tefilat Shajarit de Iom Kipur se lee el fragmento de la Torah que nos ofrece múltiples detalles sobre este día y que se encuentra en Vayikrá 16:1-34. Por otra parte, dos fragmentos alternativos son leídos en algunas Kehilot, generalmente de carácter progresista, estos se encuentran respectivamente en Devarim 29:9-14 y Devarim 30:1-20. El segmento empleado como Maftir, en todas las Kehilot, consiste en un brevísimo resumen de las leyes relativas a esta jornada pero que, a su vez, nos ofrece importantes claves para su comprensión (Vayikrá 23:26-32).

Ambos textos, los que se leen en unas u otras Kehilot, poseen un profundo significado y, por supuesto, un claro vínculo con la fecha que nos ocupa y su trasfondo. El texto tradicional nos relata el orden de los sacrificios y sus requisitos, estableciendo, además, una periodicidad anual para la expiación de las faltas de Israel (Vayikrá 16:34). Por su parte, el texto alternativo nos enfrenta una vez más a la elección (Devarim 30:1) y nos muestra la posibilidad de retornar (Devarim 30:2-3). Tanto la capacidad para elegir nuestra forma de actuar como el potencial retorno, se muestran como hechos accesibles (Devarim 30:11-14) y universales, comunes a todos los miembros de nuestro pueblo (Devarim 29:9-10).

Existe una amplia bibliografía al respecto del que es el día más importante del año en el calendario Judío, al que se denomina también “שבת שבתון”. Maimónides, al respecto de Iom Kipur, nos dice:

“En este tiempo, en el que no existe el Bet HaMikdash, ni tenemos el altar de las expiaciones, no hay nada más que el arrepentimiento-תשובה-. El arrepentimiento expía por todas las transgresiones. Incluso a aquel que fue malvado todos sus días y retornó en el último momento, no se le recuerda nada de su maldad, tal y como está escrito: No tropezará el malvado por sus maldad el día en que se arrepienta de ella –Yejezquel 32,12-. Por si mismo, Iom Kipur expía a los retornados, ya que está escrito: En ese día os será perdonado-Vayikrá 21,30-“ (Rambam, Mishne Torah-Hiljut Teshuvá 1:3).

De esta forma se nos muestra que el arrepentimiento es básico para expiar (לכפר) nuestras faltas. Pero, ¿Cómo llegamos al arrepentimiento? Al menos en apariencia el primer paso sería la toma de conciencia sobre el hecho cometido o la transgresión, lo que no siempre resulta sencillo o cómodo. A la reflexión sobre nuestros errores habrá de seguir la reparación, que incluirá la petición de disculpas y la rehabilitación o compensación en aquellos casos en los que sea posible. Finalmente, una vez superadas estas etapas, habremos de llegar a la conclusión de que no solamente hemos dañado a otras personas y a nosotros mismos, sino que también estaremos firmemente decididos a no repetir dicha acción, pues parte del arrepentimiento será también la decisión de no volver a transgredir.

En estos días de reflexión, que transcurren entre Rosh HaShaná y Iom Kipur, tenemos la oportunidad de repasar todas nuestras posibles transgresiones y de construir un camino que constituya nuestra aportación a la corrección del mundo. Para ello contamos también con una herramienta dentro de nuestra Tefilá: el Vidui (ודוי). Este importante fragmento de la Tefilá se recita, cuando procede, inmediatamente después de la Amidá, en el momento en que nuestra mente, corazón y cuerpo se encuentran predispuestos a una mayor espiritualidad y en un estado de gran concentración. Es entonces cuando repasamos y leemos detenidamente el listado de nuestras posibles transgresiones, de los daños que potencialmente hemos podido causar a las otras personas.

“Se debe recitar el vidui de pié… y cuando recordamos cada culpa nos golpeamos sobre el corazón, como diciendo: provocaste que faltase” (Dinei Erev Iom Kipur, siman 131, asif 9). Muchas son las explicaciones sobre cómo debemos recitar este completo sumario de faltas, pero tal vez hay algo que en ningún momento debemos olvidar: de ninguna forma podemos recitarlo de manera automática o sin reflexionar en aquello que decimos, sino que habremos de prestar gran atención a lo que pronunciamos cada instante, autoanalizándonos y evaluándonos, así mismo tendremos la oportunidad, durante dicho repaso, de identificar aquello que no hicimos o que hacíamos pero dejamos de hacer. De esta forma se hará realidad lo que dijo el profeta:

“Venid y entendámonos juntos, dice Adonai. Aunque vuestras faltas sean como la grana, blancas como la nieve se volverán. Aunque fuesen como el carmín, como la lana serán” (Yeshayahu 1:18).

לְכוּנָא וְנִוָּכְחָה, יֹאמַר יְהוָה; אִםיִהְיוּ חֲטָאֵיכֶם כַּשָּׁנִים כַּשֶּׁלֶג יַלְבִּינוּ, אִםיַאְדִּימוּ כַתּוֹלָע כַּצֶּמֶר יִהְיוּ       ישעיהו א יח

 

Eliyahu Peretz del Campo


Parashát HaAzinu (Devarim 32)

septiembre 27, 2011

פרשת האזינו        דברים  לב

Shabat Shuva, 5772

Ante la evidencia de que de nuevo volveremos a caer o, en otras palabras, transgredir, Moshe entona el cántico contenido en nuestra Parashá. Comienza el profeta nombrando como testigos a los cielos y la tierra (Devarim 32:1). Nos explica Rashi que Moshe, siendo consciente de que la existencia humana es temporal, decide buscar unos testigos que permanecerán eternamente, en lugar de nombrar otros que no pudiesen perpetuar dicho testimonio. Las personas nos equivocamos (Devarim 32:5), por supuesto esto nos incluye también a los miembros del pueblo de Israel (Devarim 32:6). Transgredimos, ya sea por olvidar nuestro código ético o bien por desconocer los aspectos relativos a nuestras leyes (Devarim 32:15). Sin embargo siempre podemos rectificar y retornar: “Adonai hará justicia a Su pueblo y se apiadará de él cuando haya agotado Sus castigos” (Devarim 32:36). Precisamente todo esto es lo que Moshé quería que no fuese olvidado: erramos en nuestras vidas pero que siempre podemos enmendar dichos fallos.

Nos encontramos, una vez más, ante el binomio premio/castigo (Devarim 32:45-47), ante la elección entre la vida o la muerte. Siendo conscientes de que, si bien es sabido que podemos llegar a transgredir, deberemos ser proactivos, estudiar y aplicar lo aprendido para evitar en la medida de lo posible cometer errores que dañen a otras personas y/o a nosotros mismos. Precisamente esta Parashá coincide con el “Shabat Shuvá”, que se encuentra entre Rosh HaShaná y Iom Kipur, y que recibe su nombre de la Haftará que leeremos. Al comienzo de la mencionada Haftará Hosea exclama: “Vuelve-שׁוּבָה-,Oh Israel, a Adonai tu Dios” (Hosea 14:2), lo que constituye una clara invitación a arrepentirnos, reparar y retornar.

Tal y como se recoge en el Kitzur Sulján Aruj: “En Shabat Shuvá, el Maftir lo habrá de leer una persona importante” (Siman 130, Din5). Y ¿qué quiere decir importante? En nuestra tradición encontramos referencias a grandes de todos los tiempos, algunos eran económicamente poderosos y muchos otros no, todos ellos tenían en común que en algún momento erraron, pero aún así continuamos considerándolos personajes importantes. Por lo tanto una persona importante no será aquella que no transgrede, pues todos transgredimos en algún momento, tampoco la riqueza engrandece a la persona. Lo que les hizo grandes tal vez fue que supieron corregir sus errores, tal vez no todos pero si algunos, o que los reconocieron y superaron. Por lo tanto la persona importante de la Kehilá, que menciona la tradición, habrá de ser aquella que pueda leer la “invitación” a retornar, conociendo este hecho y convirtiéndose en un modelo para el resto de los miembros de la Kehilá.

No es sencillo comportarse continuamente de forma adecuada, pero siempre tendremos la posibilidad de volver a comenzar, reparando lo hecho y comprometiéndonos firmemente a no repetir nuestra transgresión. En algunos momentos nos podemos decir a nosotros mismo que es demasiado tarde y que no podemos cambiar, pero aún entonces estamos a tiempo. No existe edad en la que la persona no pueda cambiar, así nos lo recuerda Maimónides, el otro Moshe, en su libro Mishne Torah (Halajot de arrepentimiento 2;1), e incluso refuerza su argumento con una cita de Kohelet: “Mientras no obscurezca el sol y la luz de la luz de la luna y las estrellas y no se recojan las nubes después de la lluvia” (Kohelet 12:2). Hasta el último día podremos renovarnos y en dicha renovación no tiene cabida el sentimiento de culpa, pero el propósito de no reincidir deberá ser firme ya que: “Todo el que se confiesa, pero en su corazón no está decidido a abandonar –su transgresión-, es sabido que es como el que se sumerge –en el mikve para purificarse- con inmundicia en su mano. De nada servirá la inmersión hasta que no arroje la inmundicia” (RamBaM, Mishne Torah, Halajot de arrepentimiento 2;3).

 

שׁוּבָה, יִשְׂרָאֵל, עַד, יְהוָה אֱלֹהֶיךָ

הוֹשֵׁעַ  יד, ב

 

Eliyahu Peretz del Campo


enero 1, 2011

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