פרשת נח בראשית ו,ט-יא,לא
שבת נח תשע»ב
Nos encontramos esta semana ante un segmento de la Torah que relata un complicado capítulo acontecido en la décima generación de la humanidad. Si partimos de la base de que la Torah no pretende ser un libro histórico, podremos ser conscientes de que es el relato de la relación entre la humanidad, en especial el pueblo Judío, y el Creador. Cada uno de sus segmentos posee gran importancia y significado, siendo aplicables sus enseñanzas en todo lugar y periodo histórico.
Comienza nuestra sección hablándonos sobre las cualidades humanas de Noaj (Bereshit 6:9), acto seguido se describe la realidad de la tierra, que se había convertido en un espacio “colmado de violencia” (Bereshit 6:11-12). El contraste con sus coetáneos provoca que Noaj sea escogido como la persona que habría de salvarse y repoblar la tierra, junto con su familia, una vez que todo regresase a su orden original (Bereshit 6:13-18). Sin dudarlo un solo momento, Noaj cumplió aquello que le fuera solicitado (Bereshit 6:22). Nuestra Parashá afirma que llovió durante “cuarenta días y cuarenta noches” (Bereshit 7:12), sin embargo hubo agua sobre la tierra durante ciento cincuenta días (Bereshit 7:24). De esta forma parece enseñársenos que cualquier hecho, positivo o negativo, tiene consecuencias que se prolongan en el tiempo, más allá del propio periodo en el que el hecho es desarrollado.
En la Torah encontramos relatos diversos, unos hacen referencia a hechos y otros con palabras nos refieren enseñanzas. Nos encontramos ante un hecho que no se ha repetido con posterioridad, un suceso del que podemos extraer conclusiones y del que, por mucho que lo estudiemos y repasemos, en cada ocasión sobre un mismo detalle podemos obtener diferentes.
La respuesta de Noaj fue clara y concisa, simplemente obedeció sin realizar cuestionamiento alguno, sin plantear otra alternativa, al contrario de los que hicieran Moshé o Abraham con sus contemporáneos. Las consecuencias de la respuesta de Noaj fueron devastadoras, las dimensiones del desastre indescriptibles. Es por esto que se puede relativizar el papel de Noaj y sus cualidades personales, la idea de que tal vez se limitó a pensar en sus seres más cercanos, olvidando el origen común de la humanidad y su “destino colectivo”: convivir en la tierra. La responsabilidad por la acción de Noaj sitúa a este en una posición complicada, que algunos salvan apelando a la comparación con sus vecinos, no es nombrado líder, pues solamente un gran líder es capaz de pensar también en otras personas, incluso en aquellas con las que se encuentra desacuerdo. Tal vez no era el momento, tal vez no fue capaz de hacerse responsable del resto de su generación, o simplemente tal vez en una generación de Tzadikim habría encontrado el camino para plantear alternativas menos catastróficas para el resto de la humanidad. En nuestras manos se encuentra la posibilidad de replantearnos todas estas preguntas y de clarificar nuestras posiciones, aplicando en nuestro tiempo las enseñanzas que podamos extraer de este hecho.
Si contemplamos el relato general, sin concretar los detalles, podremos encontrar su clara similitud con textos de otras mitologías. En función de este hecho no podemos afirmar se trate de un relato histórico, ni tampoco lo contrario, tampoco podemos llegar a descubrir si realmente se trató de un diluvio o de lluvias intensas. Lo que está muy claro es que el tema central de nuestra Parasha es la relación entre el Creador y el creado, estableciendo un estrecho vínculo de corresponsabilidad. El Dios que se revela al final de nuestro relato, cuando promete “no volver a herir a todo ser viviente” como lo hizo (Bereshit 8:21-22), no lo hace como un ente caprichoso, tal y como sucede en los relatos de otras mitologías, sino que establece su pacto con la humanidad (Bereshit 9:1-12).
La lucha contra la discriminación de género, por origen étnico, nacional o cultural, o por identidad de género u orientación sexual, … son parte del compromiso de la humanidad por la construcción de un mundo mejor, continuación del pacto en el que somos parte y del que no podemos desentendernos de quienes viven cerca o lejos de nosotros.
Eliyahu Peretz del Campo