Parashát Ki Tetze (Devarim 21:10 – 25:19).

פרשת כי-תצא      דברים כא:י- כה:יט

Shabat Ki Tetze

 “Cuando salgas a la guerra…” (“כִּי-תֵצֵא לַמִּלְחָמָה”), con este enunciado comienza la Parashá correspondiente a esta semana. Con unas pocas y simples palabras podemos ponernos en situación y emprender la reflexión sobre las leyes que rigen al respecto del comportamiento tras un enfrentamiento. Releídas en nuestro contexto histórico parecen no tener un gran sentido, pero si tratamos de relacionar las tres primeras ideas que se recogen en esta Parashá podremos traer al mundo contemporáneo todo lo que en esta porción se nos relata.

Por una parte encontramos las reglas referentes al hecho de secuestrar a una de las mujeres de los enemigos después de la guerra, esta situación formaba parte de las prácticas bélicas del pasado y aunque en la actualidad nos parece inconcebible, este hecho continúa sucediendo en nuestro mundo. En segundo lugar encontramos que se ordena que la primogenitura sea respetada en el caso de que un varón poligámico, hecho hoy nos resulta también extraño pero que en el pasado era habitual, tenga una mujer a la que ama y otra a la que ya no ama siendo esta segunda la madre del primogénito. En tercer lugar se nos habla sobre la posibilidad de que una madre y un padre tengan un “hijo indócil y rebelde” y se afirma que le será aplicada la pena capital.

Las tres ideas sobre las que propongo que reflexionemos en esta semana resultan bastante chocantes en el mundo actual, al menos dentro de nuestro contexto, pero debemos dejar de lado nuestro asombro y buscar una respuesta a la posible relación de estas tres ideas. La tradición nos enseña que es muy posible, tal y como resulta evidente, que el hijo de la primera mujer (aquella que sufrió el secuestro) sienta rencor por lo que su padre hizo a su madre, también así sucedería con un hijo que pudiese perder sus privilegios de primogenitura cuando estos le pertenecen, y acto seguido se nos dice que sus propios padres (los del hijo rebelde) “…lo tomarán y lo llevarán ante los ancianos: ´Este hijo es nuestro es desobediente y rebelde. No escucha nuestra voz, es voraz y bebedor.´ Entonces todos los hombres de la ciudad lo apedrearán hasta que muera. Así extirparás el mal de entre vosotros, todo Israel lo Sabrá y temerá” (Devarim 21: 18-20).

La idea de que unos padres tengan que entregar a cualquiera de sus hijos o hijas para que sufra un destino tan cruel parece resultar no solamente una advertencia para la descendencia sino también para sus progenitores. Cualquier persona que conozca a una madre o a un padre que ha perdido a una hija o un hijo en cualquier circunstancia podrá comprender que su dolor es profundo e intenso y por ello parece lógico que este castigo no solamente se encontraba destinado al “hijo rebelde” sino también a quienes fueron los responsables de su educación.

La Mishná (Sanhedrín 71b) nos explica que “Un hijo obstinado y rebelde es juzgado por su futuro destino: que muera inocente y que no muera culpable”. Evidentemente en la actualidad este hecho ya no es castigado con la muerte, es así desde hace muchos siglos, pero está claro que las personas no deseamos que nuestros descendientes tengan un comportamiento inadecuado con los demás, pero no siempre somos conscientes, aunque de forma racional si lo seamos, del hecho de que educamos tanto con nuestras palabras como con nuestros hechos y de que cada una de las cosas que hacemos y decimos son recibidas por ellos causando un impacto significativo, sin pretender con esta idea negar la libertad de elección o libre albedrío. Prevenir por lo tanto su “futuro destino”, como nos dice la Mishná, es nuestra principal tarea como educadores y tratar de apartar nuestros prejuicios o rencores cuando hablamos de nuestros “oponentes”, en especial en un momento como el que vivimos en la actualidad con el posible comienzo de unas nuevas conversaciones de paz, puede ser la mejor fórmula para que no seamos “castigados” con el dolor de ver como las generaciones futuras no pueden disfrutar de una situación sin conflicto y de una convivencia pacífica y enriquecedora.

Resulta complicado apartar nuestro bagaje personal, nuestras ideas (a veces extremas antes de confrontarlas con otras personas, pero que pueden matizarse una vez nos exponemos a los argumentos del “otro”), los prejuicios,… pero si tomamos en consideración el resultado y actuamos con nuestra mirada puesta en el futuro poco a poco aprenderemos que cuando salgamos de la “guerra”, y no hacia ella, deberemos aprender a olvidar las viejas formas de relación, apartar los rencores y mirar hacia el futuro, aunque nos pueda resultar doloroso, pues de lo contrario sufriremos un destino mucho más tormentoso al condenar a nuestras hijas e hijos a vivir en un mundo no tan bueno como nos gustaría.

 

Eliyahu Peretz del Campo

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